Skip to main content

31 Octubre 2022

Demolición de las centrales térmicas Foix y Anillares por la empresa Lezama

Información de Fueyo Editores

Con más de 25 años de experiencia en el sector y tras muchos trabajos de demolición de plantas químicas, edificios industriales y obra civil, Lezama Demoliciones se enfrentó a un nuevo reto: la demolición de la antigua Central Térmica de Foix, ubicada en Cubelles (Barcelona).

CENTRAL TÉRMICA DE FOIX

Una obra que fue reconocida con el Premio AEDED, la Asociación Española de Demolición, Descontaminación, Corte y Perforación, al mejor trabajo de demolición en 2020.Los trabajos, que comenzaron el 6 de abril de 2017, consistieron en el desmantelamiento y demolición completa de la central térmica de Foix, que llevaba cerrada desde junio de 2015. Entre los elementos significativos del proceso, cabe destacar la demolición de la chimenea de 175 metros de altura, las demoliciones de la turbina del grupo generador y su edificio y bancada de hormigón, y la demolición de la caldera completa, incluyendo hogar y calderín, así como su estructura metálica. Además, Lezama Demoliciones llevó a cabo la limpieza previa y gestión de los residuos de la operación de la planta (fuel, gas, cenizas, etc.), así como la retirada de otros residuos peligrosos como amianto, ubicado en varios puntos de la instalación como la caldera, el turbogrupo y su edificio o las juntas interiores en chimenea. La obra se sectorizaba en zonas, y se debía de dar el visto bueno a la limpieza previa antes de proceder a la demolición de dicha zona.

“Este control se realizaba por parte de Lezama, la propiedad, y la supervisión medioambiental de la obra. Hasta que no se comprobase que todos los residuos, peligrosos o no, se habían retirado, no se procedía a la demolición de esa zona”, comenta Diego Iglesias.

El control era especialmente estricto con el amianto, debido a su peligrosidad, y se contó con personal específico y experto en la materia para dichos trabajos.

El desmontaje del turbogrupo se llevó a cabo evitando el uso de grúas, con lo que se reducen las operaciones de riesgo. Para la demolición del edificio, el uso de maquinaria pesada en el picado de la bancada permitió una rápida ejecución y segregación completa de materiales. Se llevó a cabo con medidas estrictas de control de emisiones de polvo y ruido.

“En esta obra nos hemos enfrentado a varios retos”, explica Erik Sandonis, jefe de obra en Lezama Demoliciones. “El más importante, desde el punto de vista de la seguridad, ya que nos enfrentábamos a la realización de una obra de más de dos años que ha finalizado sin ningún accidente. Los trabajos han sido ejecutados con la máxima excelencia en seguridad y medio ambiente. Este es un proyecto pionero en economía circular y sostenible”.

Para cumplir con los plazos establecidos para la obra, además de una planificación minuciosa, los responsables de la obra emplearon equipamiento, maquinaria y técnicas innovadoras para llevarla a cabo. Así, se emplearon robots teledirigidos y maquinaria de brazo largo en la demolición de chimenea, además de combinar métodos de demolición manuales y mecánicos en las estructuras metálicas y de hormigón. Asimismo, el desmontaje del turbogrupo se llevó a cabo sin la necesidad del uso de grúas. “Desde el punto de vista de la seguridad ha sido muy importante la disminución de maniobras de grúa mediante la utilización de distintas excavadoras de brazo largo de varios tamaños, siendo la de mayor alcance de 35 metros”, explica David Peral, director técnico de Lezama Demoliciones en la obra.

El uso de robots teledirigidos y maquinaria de brazo largo en la parte final mejoró la seguridad de los trabajos, reduciendo las horas/hombre de trabajos de riesgo, mientras que, desde el punto de vista medio ambiental, permitió una segregación completa de residuos: retirada de juntas de amianto en la chimenea y segregación completa de las mismas, del ladrillo refractario interior y del hormigón del fuste, que se valorizó limpio sin mezclarse con los elementos anteriores).

La imposibilidad de ejecutar voladuras fue también un condicionante importante para la obra, ya que propició que los trabajos se tuvieran que realizar por medios manuales o mecánicos. Este impedimento venía dada la cercanía de una vía férrea, carreteras y el entorno urbano cercano.

La altura de las estructuras obligaba a muchas horas de trabajos en altura, pero con el estricto control de seguridad (se trata de una zona muy expuesta, a menos de 200 metros de la línea de costa) y la planificación de obra, se completaron todos ellos sin accidentes. “La chimenea contaba con una altura de 175 metros, la caldera cerca de 55 m y los edificios de turbinas y auxiliares superaban los 25 m. El control del viento (tanto en chimenea, como en suelo) fue estricto, suponiendo el paro de ciertos trabajos en altura por seguridad en multitud de ocasiones. La monitorización se realizaba en tiempo real”, apostilla Peral.

Desde el punto de vista medioambiental fueron tantos los elementos a tener en cuenta para la ejecución de la obra que incluso desde Lezama se tuvieron que adaptar a los periodos de anidación del halcón peregrino: “Nos tuvimos que ajustar a las distintas circunstancias existentes como la de organizar los distintos trabajos adaptándolos a respetar la época de anidación del halcón peregrino”, señala David Peral. “Además, los trabajos se adaptaron según los periodos de máximo riesgo de incendios, dado el entorno boscoso en una de las ubicaciones de la obra y al encontrarnos en una zona especialmente calurosa y poco lluviosa”. Además del entorno natural, se tuvieron que llevar a cabo los distintos trabajos de demolición en una ubicación rodeada por los cuatro costados por carreteras bastante transitadas y por las vías de ferrocarril, teniendo en cuenta que el entorno de la obra es una zona vacacional.

“Dadas las características del entorno en cuanto a cercanía de las vías del ferrocarril, carreteras y viviendas, tuvimos que emplear robots para la demolición de la chimenea, sin posibilidad de realizar la voladora de la misma”, explica Peral. El control de emisiones de polvo y ruidos fue total durante el desarrollo de la obra para garantizar la buena marcha de todo el proceso y su impacto en el medio ambiente. Todos los controles mensuales sobre los niveles de polvo dieron como resultado los niveles legalmente establecidos.

Esto se consiguió nuevamente mediante una planificación adaptada; evitando trabajos de generación de polvo en días de más viento, por ejemplo, y con métodos que redujesen la generación del mismo (riegos preventivos de viales, uso de nebulizadores en demolición de elementos de hormigón, etc.). Tampoco se produjeron incidentes relacionados con el ruido, con un 100% de resultados positivos en los controles llevados a cabo. Asimismo, los procesos de tratamiento de agua y su reutilización en obra posibilitaron que no hubiese que realizar ningún vertido de agua al exterior.

CENTRAL TÉRMICA DE ANLLARES

Después del éxito cosechado con la demolición de la central térmica de Foix, Lezama Demoliciones se embarcó en otra obra de larga duración: la demolición de la central térmica de Anllares, ubicada en el Páramo del Sil (León) y comenzando con sus trabajos en junio de 2019. La notable experiencia adquirida en la central térmica de Foix sirvió como base para ejecutar esta nueva obra con éxito, además de ofrecer un ejemplo firme de cara a plantear mejoras en los trabajos, en términos de calidad, medio ambiente y seguridad laboral.

En este caso, Lezama Demoliciones se encontraba con un nuevo compañero en el largo camino de las demoliciones de centrales térmicas: Naturgy. Se trata de la primera obra ejecutada para la empresa energética, siguiendo después con las actuales obras de las centrales térmicas de La Robla y de Narcea, ubicadas en León y en Asturias, respectivamente. La central térmica de Anllares, cerrada en diciembre de 2018, poseía un único grupo térmico de 365,2 MW, siendo esta propiedad de Endesa y Naturgy, conjuntamente.

Dentro de las características de la planta, cabe destacar una serie de elementos que supusieron un importante reto para su demolición. Primero, su esbelta chimenea y su gran torre de refrigeración, con unas alturas de 150 y 110 metros, respectivamente, las cuales fueron abatidas mediante el uso de explosivos. Después su caldera, de 50 metros de altura y un volumen aparente de 177.500 m3, la cual estaba compuesta de materiales tan dispares como fibrocemento, aislamientos y metales varios como hierro, acero inoxidable, cobre, etc. Esta disparidad en cuanto a su composición supone un reto enorme, pues es fundamental realizar la separación en origen de estos materiales para un buen aprovechamiento de los residuos de cara a su reciclaje. Por último, el edificio de la nave de tolvas, con una altura de 50 metros, lo cual generó la necesidad de trabajar con máquinas de gran envergadura. Además, se llevaron a cabo los trabajos de desmantelamiento de la turbina del grupo generador y su bancada de hormigón, el edificio que la albergaba y las estructuras auxiliares que conectaban todos estos elementos de la central térmica.

Todos estos trabajos se tuvieron que desarrollar a través del principio de la demolición selectiva, es decir, separar los materiales en origen para minimizar la producción de residuos enviados a depósito en vertedero. Así, se llevó a cabo inicialmente la limpieza previa de la planta, sacando los materiales potencialmente contaminantes como el fuel, el gasoil, las cenizas y demás productos de la instalación. Por otra parte, se extrajeron residuos peligrosos, muy en especial el amianto, contenido sobre todo en ubicaciones como la caldera, las juntas interiores de la chimenea o la torre de refrigeración.

Respecto a la seguridad en los trabajos, la demolición de la central térmica de Anllares supuso un gran avance para Lezama Demoliciones. Al contrario que en la central térmica de Foix, donde no hubo ninguna voladura mediante explosivos, en la central leonesa se realizaron hasta cuatro voladuras (silos, chimenea, torre de refrigeración y caldera), lo cual elimina la necesidad de los trabajos en altura y, utilizando los procedimientos adecuados y garantizando la distancia de seguridad, reduce el riesgo para los trabajadores.

Además, la utilización de maquinaria de brazo largo y gran envergadura también garantiza que los trabajadores no sean expuestos a trabajar a alturas muy elevadas. Esto se pudo llevar a cabo gracias a la adquisición de maquinaria de primera calidad y con unas prestaciones muy específicas. Se trata de la excavadora de brazo largo KMC 1200S, del fabricante japonés Hitachi. Con un alcance máximo de 50 metros y una productividad entre 4 y 6 veces superior a las máquinas convencionales, gracias al uso de implementos de mayor peso y potencia, hacen de esta máquina la más grande de España. Las tareas de demolición de edificios de gran altura como la nave de tolvas o la caldera se pudieron realizar de una manera más efectiva y segura.

La nave de tolvas era una estructura de hormigón armado con cerramiento de chapa metálica, cuya altura era cercana a los 50 metros. Albergaba en su interior 12 silos de carbón, con un volumen aparente de 54.509 m3. Fue el último edificio en ser desmantelado en la central térmica de Anllares, después del abatimiento de la caldera. Su gran envergadura hacía que fuese difícil trabajar con maquinaria convencional de brazo largo, de tal manera que la utilización de tecnología específica resultó una decisión muy acertada por parte de la dirección técnica de la obra.

Por último, la introducción de las nuevas tecnologías en las obras de demolición también supone un avance respecto a la seguridad operacional. En la segunda mitad del periodo de la obra, Lezama Demoliciones adquirió un equipo de visión 3D y una plataforma virtual de la empresa Ludus Global. Esta herramienta permite a las personas encargadas de la seguridad en la obra formar a los trabajadores en materia de seguridad, generando una experiencia inmersiva y muy realista de los potenciales sucesos en las obras.

En la central térmica de Anillares, también se ha tratado de ir un paso más allá en la relación entre el cliente, los técnicos y el personal de obra. Lezama Demoliciones considera vital tener una relación de confianza con los trabajadores, y que estos se involucren en los aspectos técnicos y de seguridad, tanto con la propia empresa como con el cliente y con el equipo de supervisión. Mediante reuniones periódicas en las que los trabajadores aportan su visión, y se relacionan directamente con el cliente y el equipo de supervisión, se han conseguido mejoras de seguridad y evitado situaciones de riesgo.

En definitiva, los procedimientos más avanzados y seguros, la maquinaria con mayor alcance y calidad y las formaciones en materia de seguridad que permiten experiencias más realistas, garantizan la ausencia de accidentes en las obras, explica Isabel Lorenzo, coordinadora de seguridad y salud de Lezama Demoliciones en la demolición de la central térmica de Anllares. Gracias a todos estos aspectos, se pudo coordinar la obra con la mayor garantía de seguridad, condición indispensable para Lezama Demoliciones.

Como comenta el director técnico de Lezama Demoliciones en la central térmica de Anllares, David Peral, “las voladuras supusieron un proceso de mejora muy grande, pues ofrecieron un rendimiento mayor tanto en la demolición como en la recuperación de materiales y, además, redujeron los riesgos para los trabajadores durante la demolición de estructuras de gran altura”. La demolición por voladura de estructuras de hormigón armado es una técnica basada en la aplicación de pequeñas cargas de explosivo que producen la rotura controlada de los elementos críticos de una estructura, dando lugar al colapso de esta. En la central térmica de Anllares, esta técnica fue empleada en cuatro de las estructuras más altas y esbeltas:

Chimenea: tenía una altura de 150 m sobre el nivel del terreno y diámetro en la base de 13 m y de 7,35 m en la coronación. Estaba construida en hormigón armado, revestida interiormente de ladrillo refractario distribuida en 12 trómeles, con juntas de amianto, dejando una cámara de aire entre la pared de hormigón y la de refractario. El desmantelamiento del refractario supuso un gran reto desde el punto de vista de la seguridad. Se trata de un trabajo previo a la voladura, pues es importante separar dicho material del hormigón para poder valorizar ambos recursos.

Para llevar a cabo la voladura, primero se realizaron las tareas de debilitamiento de la estructura.

Primero, se crearon las ventanas direccionales, cuyos objetivos eran: direccionar la caída, facilitar el arranque del material al conseguir un sitio de esponjamiento y evitar unas mayores proyecciones. Después, se realizaron cortes en la armadura para facilitar la rotura de las zonas minadas. Para ello, se cortaron las armaduras horizontales en la cara de salida de la voladura. Luego, con el fin de aminorar la resistencia en la parte trasera de la chimenea y evitar que pudiera dificultar la caída direccional se realizaron dos cortes horizontales. Finalmente, se colocó la dinamita gelatinosa en 2/3 del perímetro de la chimenea, formando una cuña de rotura de altura decreciente desde 2,65 metros hasta 0,60 metros.

De esta manera, la estructura venció en una dirección determinada y perfectamente estudiada. Para amortiguar la caída de la chimenea, se colocó una cama de arena sobre la posición de caída y se prepararon piscinas de agua con explosivos que permitieron atrapar el polvo que viajó a lo largo del emplazamiento en el proceso de la caída. Gracias a esta técnica, se pudieron recuperar unas 3.500 toneladas de hormigón.

Torre de refrigeración: se trataba con estructura hiperboloide, construida en hormigón armado y apoyada en 72 pilares de hormigón, con una altura a coronación de 110 m. En su interior contenía elementos en fibrocemento, los cuales tuvieron que ser retirados antes de su voladura. En todas las tareas llevadas a cabo para su desmantelamiento, se gestionaron la totalidad del amianto y varios miles de toneladas de hormigón.

Para llevar a cabo la voladura de la estructura, se colocaron más de 50 kg de dinamita gelatinosa sobre los pilares de la torre, de tal manera que al actuar sobre los casi 450 detonadores (406 unidades no eléctricas y 32 unidades electrónicas), la torre de refrigeración se vio reducida a escombros. En el caso de esta estructura, el abatimiento se realiza prácticamente sobre la posición en la que se encuentra la torre, desplazándose ligeramente de manera lateral. Para controlar la dispersión de polvo, se colocan cargas sobre unas piscinas de agua situadas en el lateral hacia el cual avanzará la estructura en su proceso de voladura. Estas cargas hacen que el agua se eleve y, así, absorben el polvo que se está generando en esos instantes, de una manera muy similar a como se procedió con la voladura de la chimenea.

Caldera: era un edificio con un enorme volumen, de 177.500 m3, en el cual se encontraban material de distinta naturaleza. Antes de realizar la voladura de la caldera, resultaba de vital importancia separar los residuos peligrosos de los materiales valorizables que se encontraban en ella. Para ello, se extrajo el amianto de las tuberías calorifugadas, se separaron los aislamientos térmicos de todos los elementos de la caldera y se realizó la limpieza exhaustiva de las partes que contenían restos de combustibles y cenizas. Así, se lograron recuperar la totalidad del material metálico y se gestionó el amianto friable que contenía.

Una vez realizadas estas tareas previas, se pudo proceder a su voladura. La voladura de estructuras metálicas es distinta a la técnica utilizada con las estructuras de hormigón armado. Se utilizan explosivos específicos que garantizan el corte de metal, denominadas cargas de corte lineal. Estos explosivos plásticos (RDX hexógeno) son particulares pues realizan el corte de los pilares de la caldera gracias a un proceso de fundición debido al cobre que los compone. Además, se introducen cargas de dinamita gelatinosa sobre las zapatas de hormigón que soportaban la estructura metálica de la caldera, de tal manera que se aseguraba el abatimiento de esta. Tras realizar la voladura, la estructura, que era mayoritariamente metálica, quedó depositada en el suelo, haciendo muy sencilla su preparación para valorización mediante maquinaria pesada y corte manual.

En el aspecto medioambiental, se propusieron unas exigencias superiores respecto a la central térmica de Foix. La innovación respecto a la responsabilidad medioambiental sigue creciendo y Lezama Demoliciones se mantiene comprometida con ello, incrementando cada año y cada obra su compromiso con la política medioambiental de sus clientes. De esta manera, se gestionó el RCD valorizando el 98,07% dentro de la propia obra como material de relleno y el 1,93% restante se han entregado a un gestor autorizado para su tratamiento de reciclaje. El aprovechamiento de este recurso proviene de la necesidad de realizar rellenos en los huecos generados en el desmantelamiento de la instalación, así se reduce el volumen de material enviado a otros usos y la cantidad de tierras naturales a adquirir para el relleno. Además, todo el metal metálico de la planta fue enviado a fundición. De esta manera, el 98,94% del total de los residuos generados en la demolición se gestionaron para su valorización, cumpliendo con creces el objetivo de recuperar un alto porcentaje de los materiales extraídos en el desmantelamiento, superando el valor conseguido en la central térmica de Foix.

Por último, se lograron reutilizar más de 110 equipos y productos químicos de la instalación. Por una parte, se comercializaron equipos como soldadores, taladros y diferentes herramientas que había en la planta; mientras que, por otra parte, también se gestionaron equipos como soplantes, compresores o equipos de laboratorio. Asimismo, productos como arenas, resinas, carbón activo, fosfatos o decapantes no fueron eliminados, sino que se entregaron para ser reutilizados a otras entidades como centros de enseñanza, Administraciones Públicas y empresas de la zona, donde han podido tener una nueva vida.

En cuanto a otras actuaciones ambientales, se llevó a cabo la mejora del emplazamiento a través de la recuperación de un embalse contiguo a la instalación. Lezama Demoliciones se embarcó en un proyecto de recuperación ambiental sin precedentes para una empresa de demoliciones, finalizando con éxito unos trabajos de excavación, relleno y revegetación que ponían la guinda a un gran trabajo de desmantelamiento. Se trataba de una masa de agua que servía como fuente de agua de refrigeración para el proceso de la central térmica.

Este pequeño embalse necesitaba ser tratado adecuadamente después del desmantelamiento de la planta, de tal manera que se recuperara el paisaje de la zona, explican Alejandra Cobos y Jaime Carranza, responsables de medio ambiente de Lezama Demoliciones en la demolición de la central térmica de Anllares. “Antes de que se construyera la central eléctrica, por esta pradera circulaba un arroyo, cuyo cauce recuperamos. Para el funcionamiento de la planta, se cortó el curso del arroyo y se generó un embalse artificial, de tal manera que se bombeaba el agua de este hacia el sistema de refrigeración de toda la instalación. Ahora, nuestra labor ha sido la de vaciar el embalse, secarlo y rellenarlo con tierras vírgenes.” La Confederación Hidrográfica del Miño-Sil promovió el proyecto de la puesta fuera de servicio de la presa de Anllarinos, el cual consistió en retirar los sedimentos arcillosos del área de flujo, después retirar la presa principal y el dique de cierre y, finalmente, rellenar completamente con gravas, arenas y arcillas, reconstruyendo las redes y cuencas hidrográficas naturales del vaso del embalse, que fueron eliminadas y transformadas en el proceso constructivo del mismo. Por último, se completaron los trabajos añadiendo un sustrato final y realizando una repoblación de la vegetación mediante especies autóctonas como sauces, fresnos, abedules, robles y endrinos. Estos nuevos árboles son colonizadores de vegetación de ribera y favorecen el asentamiento del nuevo terreno.

El apoyo y la supervisión de Naturgy han sido de vital importancia para el desarrollo de los trabajos de desmantelamiento. Gracias a la cooperación entre todas las partes involucradas en el proyecto, las obras se ejecutaron en base a la rigurosa planificación prevista y, además, se logró el reconocimiento de los clientes de la obra.

Tanto Endesa como Naturgy quedaron satisfechos por los trabajos realizados, destacando la notable mejora del emplazamiento en el que se situaba la central eléctrica. Gracias a este desmantelamiento, se logra la restauración de los terrenos afectados por una actividad productiva que comenzó en 1982 y generó un gran impacto en la comarca gracias a su proximidad a los yacimientos mineros de El Bierzo y Laciana (León) y Degaña (Asturias), de los que se surtía de hulla y antracita, combustibles que empleaba, con un consumo anual de 736.000 toneladas.

Actualmente, la demolición de la central térmica está finalizada, quedando el emplazamiento sin ninguna estructura productiva. Sin embargo, para finalizar completamente los trabajos exigidos por el cliente, se debe realizar el relleno del terreno. En los próximos meses, se acometerán esas tareas de excavación y relleno, utilizando el árido machacado de las viejas estructuras de la planta como material. Así, Lezama Demoliciones ayuda a dar un paso más en la transición energética con esta nueva demolición, que pone de manifiesto la recuperación paisajística de una de las zonas de la Red-Natura 2020 de Castilla y León.

Artículos Relacionados

Suscríbase a nuestro Newsletter y recibirá en su correo las noticias de nuestro portal.
Suscríbase a nuestro Newsletter y recibirá en su correo las noticias de nuestro portal.